Es comprensible que la primera reacción de las personas frente a una situación tan penosa como cobrar una renta en plena crisis económica y sanitaria, sea la de considerar al dueño de la propiedad en el lado malo, y al arrendatario en el lado bueno de la relación contractual, existiendo motivos directos que lo justificarían...

Cuando a través de los medios de comunicación se habla de los desastrosos efectos económicos que ha provocado la pandemia en materia de arriendos, generalmente se tiende a considerar como víctima solo a la persona del arrendatario y su familia, olvidando, en un ejercicio automático, al arrendador o dueño de la propiedad entregada en arriendo. Y claro, existe el prejuicio de colocar al dueño de la propiedad en el lado perverso de la relación contractual por el solo hecho de ser propietario, tal cual le pasaba al enojón señor Barriga en la comunidad del Chavo del Ocho, cuando le tocaba cobrar la renta al pobre don Ramón.
Es comprensible que la primera reacción de las personas frente a una situación tan penosa como cobrar una renta en plena crisis económica y sanitaria, sea la de considerar al dueño de la propiedad en el lado malo, y al arrendatario en el lado bueno de la relación contractual, existiendo motivos directos que lo justificarían, tales como las restricciones a la libertad de desplazamiento, el desempleo, la disminución de las fuentes laborales, el cierre del comercio, etc., y motivos indirectos que lo explicarían, tales como ideas políticas y hasta religiosas que verían al arrendador como al “dueño del capital”, y al arrendatario como la “pobre” víctima que no posee nada.
La realidad hoy en día, es que la sociedad ya no funciona con parámetros ideológicos ni religiosos, sin embargo, todavía queda la tarea de erradicar de nuestras mentes estos prejuicios que tienden a ver al dueño como al malo, y al no dueño como la víctima. Hoy en día, todas las personas tienen la posibilidad de ser dueños o propietarias de algo, de un bien raíz, o de un vehículo, principalmente gracias al fácil acceso al crédito que lo permite, en consecuencia todos podemos ser dueños y víctimas de los efectos económicos de la pandemia, pero, y solo desde el punto de vista contractual, el verdadero perjudicado, es el dueño de la propiedad arrendada, que, si la renta es su única fuente de ingresos, será injustamente privado de ella, acumulará una enorme deuda hipotecaria, de consumos básico, de gastos comunes, y de contribuciones, en cambio el arrendatario, buscará otra propiedad en arriendo, y se olvidará de pagar las rentas adeudadas que dejó atrás.

 

Patricio Escobar

Abogado 

 

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